Consideraciones sobre la violencia en Barcelona. Finales de Septiembre de 2021.

Es domingo 26 de Septiembre y por lo visto la pasada noche se han vuelto a producir altercados, quema de vehículos y agresiones en Barcelona. Imagino que todo aderezado con los típicos asaltos a comercios.

Llevamos 3 noches seguidas de jarana con la excusa de las fiestas de la Mercé. Lógicamente, este periodo finalizará en cuanto acaben las fiestas o esta misma noche. Pero eso no acaba con el problema que sufre Barcelona, ya crónico. Esto es sencillamente una úlcera que de vez en cuando sangra.Y confudimos que deje de sangrar con estar sanos. Y nada más lejos de la realidad. Aunque muchos sabemos que una vez terminada la Mercé, autoridades, medios de comunicación y una gran parte de la población volverán a su capullo de indiferencia y se recrearán en los temas de siempre, sea el COVID, el rifirrafe político o la última tontería de algún famosillo de medio pelo.

Y quizás ésto último sea el problema, responsables políticos, mediáticos y sociales en general se vuelven a encerrar en sus minucias y rehuyen de su responsabilidad. Y esa responsabilidad, sea de cualquier autoridad, es mantener la paz social. Pero nadie quiere ser el malo de la película mientras la cosa no se ha descontrolado. Ahora si que hay pronunciamientos, opiniones y condenas sobre la violencia, además de intentar ponerle freno como el que le pone una gasa a un guillotinado. Pero cuando la situación se relaje, todos a dormir la siesta.

Estoy aburrido de diagnósticos trasnochados con los mismos clichés de hace 30 años. Nuestros «expertos» sobre conflictividad social parecen todos el mismo charlatán que pasea pueblo por pueblo vendiendo crecepelo. Ya no es aburrimiento lo que siento, es auténtico rechazo y ganas de sacarles de sus puestos de funcionario en un ático con fibra óptica y ponerles a viajar en Cercanías a las 6 de la mañana por el área metropolitana. Esos expertos son una parte más del problema. Es como preguntarle sobre una dieta cardiosaludable al sepulturero del pueblo.

Me resultó hilarante navegar en busca de supuestas explicaciones de la inseguridad en Barcelona y encontrar factores como «el turismo». Porque por lo visto que una marabunta de chavales con gorra de Gucci de imitación y los pantalones cagados quemen vehículos y se apuñalen tiene que ver con el turismo. Es como si yo tuviese una caries y le pidiese explicaciones a mi vecino porque hace 5 años llamó a mi timbre.

Pero otro «factor» nombrado fue que las personas «confundimos incivismo con inseguridad». Esto me recuerda mucho al tonto que dijo que «conducir respetando las leyes no es conducir correctamente» y se quedó tan pancho. El típico palurdo que intenta quedar bien soltando ideas grotescas que en su cabeza suenan bien. Suenan bien porque en esa cabecita hay mucho espacio y el eco de la idea hace que suene a idea grandiosa, pero no es más que un eructo con reverberación.

A ver. ¿Quemar vehículos es cívico? No. Es incivismo, es violencia e inseguridad. La relación entre incivismo e inseguridad no es de «confusión» sino de escala.

Cuando en un tren me encuentro a tres individuos que no han pagado billete bebiendo alcohol consumiendo drogas y fumando, ¿es sencillamente incivismo? ¿No hay inseguridad? Unos individuos que no sienten respeto por el transporte público, por su salud ni por la de los demás y sienten completa impunidad, ¿no provocan inseguridad?

Tirar un papel al suelo habiendo papeleras es incivismo, además de una guarrada. Pero todos entendemos que el grado de ese incivismo no genera inseguridad. ¿Por qué lo sé? Porque nadie se siente cohibido por decirle a una persona que ha tirado un papel al suelo que debe recogerlo. Como es un incivismo tan nimio, entendemos que esa persona no es peligrosa y por eso nos sentimos habilitados a llamarle la atención.

Pero cuando en tu vagón se han colado dos elementos que ponen los pies en los asientos, ponen la música a todo volumen y fuman porros, ¿alguien se atreve? No, es incivismo igual, pero nadie tiene interés porque en ese momento apreciamos más nuestra seguridad física que los aires de superiodiad moral. Y así empieza todo. Cuánto más incívico y antisocial se es, menos respuesta se recibe porque aumenta la inseguridad. Mientras que cuánto más te comportas, más probabilidades que aparezca una vieja a darte lecciones de comportamient ciudadano.

Llevamos tiempo alimentando esta espiral desde muchos frentes y no parecemos entender que no irá a mejor sin un cambio sustancial. Y todo cambio sustancial generará más conflictividad durante un tiempo. Esto suele suceder cuando se tiene que aplicar un tratamiento muy agresivo porque la infección ha avanzado mucho. Pero mejor eso que la necrosis.

Barcelona es un foco muy especial. Todas las grandes ciudades y conurbaciones tienen distritos o áreas degradadas en las que puede existir mayor inseguridad y violencia. Pretender acabar con la inseguridad ciudadana de raíz y dejar toda violencia a cero es una utopía. Pero lo que sucede en Barcelona y área metropolitana es una gigantesca retroalimentación de sensación de impunidad ante toda conducta antisocial y de falta de autoridad. Eso ya no es normal ni tolerable.

Y no es un problema fácil de tratar ni de vislumbrar su origen. Se pueden ver síntomas claros de la enfermedad pero no su origen exacto. Únicamente un origen abstracto en la falta de imposición de autoridad, una sensación de impunidad proporcional al grado de conducta antisocial y, por lo tanto, un aumento de la violencia en unos sectores y la sensación de inseguridad en otros.

¿De dónde nace esto? ¿De un supuesto agravio socioenómico? Ni de broma. En los altercados de los últimos dias, en las algaradas de botarates por Pablo Hasel o en las batallas campales a causa del encarcelamiento de políticos nacionalistas había de todo. Y muchas veces niños de clase media y señoritos acomodados. El factor socioecónomico, aunque relevante en otros temas, aquí pierde sentido y no es más que un cliché de expertos sentados en la taza del váter de su casa de Sant Cugat.

¿De una supuesta opresión nacional? Seamos claros, no. Sean asaltos a comercios por Pablo Hásel, destrozos en el mobiliario urbano por Puigdemont o quema de coches y apuñalamientos porque es la Mercé, no son más que pretextos. Aquí no hay ninguna clase de causa detrás de la violencia. No son revolucionarios, ni oprmidos con unos ideales por los que luchar. Aquí no tenemos a un desposeído asaltando el castillo del señor. Aqui no hay héroes con causa, hay animales con pretextos baratos.

La violencia puede ser un medio. No el mejor medio, pero sigue siendo un medio. Y si somos un poco maquiavélicos, podríamos entender que alguna clase de fin podría justificar la violencia. Pero lo que acontece en Barcelona es la violencia por la violencia. No es ningún medio, la violencia es el fin en sí mismo.

Y hemos llegado a este nivel porque en algún momento comenzó ese circulo vicioso de no poder poner coto al incívico, de no poner normas, de atar las manos a la autoridad e incluso de desprestigiar toda forma de autoridad en pro de un decadente discurso supuestamente libertario, pero que únicamente favorece el caos y el desmade creciente.Y eso nunca se paró. Incluso se alimentó, no llamándolo así, sino presentándolo como una especie de «ganar y expandir libertades».

Y lamento decir que no poder pegar un azote a un hijo, hacer de los padres «coleguis», de corrientes pedagógicas de tontos sn hijos y que nunca han pisado un aula que afirman «decir que no a un niño puede crearle traumas» y otras tantas cosas, no ha salido nada bueno.

Seamos claros, en Barcelona pusimos tornos en las estaciones de tren porque dejaron de poner interventores por un comienzo de violencia contra ellos y era la forma «más impersonal» de seguir controlando que la misma parte de la población pagase billete. Osease, los tontos de siempre y los cojos y gente que no puede saltar los tornos. Llamativo que la forma de controlar la violencia, fue «quitar» a la potencial víctima y poner un sistema para que las personas normales siguiesen cumpliendo y la chusma buscase nuevas formas de crear problemas. Es cierto que en Barcelona alguna vez hay interventores. Quizás 3 en un acceso y con guardias de seguridad. A este nivel hemos llegado. ¿Nadie hasta hoy percibió que estabámos retrocediendo ante una bestia que no cesa de tomar plazas y de aumentar su fuerza?

Por el amor de Dios, si hemos llegado a tal punto de tener patrullas ciudadanas controlando a los carteristas en Barcelona y al Ayuntamiento buscando acabar con ellos. Normal, un sistema parapolicial es muy peligroso. Pero combatir a esos vecinos organizados para proteger sus vecindarios mientras te has mostrado incapaz de darles una minima seguridad en sus calles, es lo verdaderamente criminal. Porque parece que realmente hay organismos y autoridades más molestas con los ciudadanos que se intentan proteger ante la dejación de la adminstración que con que se nos infesten las ciudades de niñatos y criminales. Y, además, se ensañan más contra los inocentes que quieren seguridad, que es lo más repugnante.

Todos podemos encontrar un bonito vídeo en que un carterista es increpado por una patrulla vecinal y el carterista termina llamando a la policia para solicitar que vengan y le protejan porque «no le dejan hacer». Y diciendo abiertamente a la policia que es un carterista. No es rídiculo, es lo que nos hemos buscado. Todo esto forma parte de la misma broma de mal gusto que se nos ha atragantado.

¿La solución? Dejarnos todos de complejos y poner leyes y autoriades al servicio de los ciudadanos ejemplares y contra aquellos que se saltan constamente todo pacto social. Se acabó poner tornos en las estaciones. Que pasen revisores otra vez. Y todo aquel que agreda a un revisor, 20 años de prisión. ¿Que en unos altercados se roba material policialy agrede a agentes de la ley? Cadena perpetua. ¿Fumas porros en un transporte público? Multa de 10.000 euros. ¿No puedes pagar la multa pero si los porros? Trabajos forzados construyendo un centro de desintoxicación.

¿Vendes drogas? Se te embargan todas las propiedades. ¿Muy duro? Depende. ¿Traficas, agredes o quemas coches?

Exagero, pero es realmente mejor ese modelo que el que tenemos ahora, que nos arroja al precipicio. No se puede estar 40 años diciéndoles a los críos que hagan lo que quieran, que no deben tener reparos, que el mundo es para ellos y, encima, protegerlos de las consecuencias de sus actos. Hemos creado monstruos siguiendo una perversión que algunos llamaban libertad para, precisamente, confundirnos. Quien la hace, la paga. Y el que cumple, debe ser protegido con todos los medios. No hay más. Y me da igual que suene muy fascista. Actualmente todo lo suena en oidos de lerdos sin valores. Su incoherente y perversa noción de libertad nos provoca que los delincuentes se sientan protegidos y los inocentes indefensos incluso en sus casas. Y eso merece castigo. Porque tan criminal es el que hace daño como el autor intelectual de este desmadre.

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