El porqué de la agresión a un policía en un autobús de Zaragoza

Creo que a muchos nos ha llegado la noticia e incluso el vídeo de una agresión a un policía en un autobús de Zaragoza por parte de un moro/pagapensiones/refugee/religión de paz. Vaya, que un imbécil venido de Berbería ha pegado a un policía porque no le salía de sus malolientes pelotas ponerse la mascarilla. Otra vez. Pasa mucho con estos engendros. Cuando les haces cumplir la ley y respetar a los demás acaban siempre intentando imponerse a hostias. Me recuerdan mucho a los burros cuando no quieren andar y pegan una coz. Miento, los burros son animales nobles, trabajadores y limpios. Pero vayamos a analizar el porqué de la agresión al policía en ese bus de Zaragoza, pero el porqué profundo.

La agresión al policía de Zaragoza en sí

Aquí podéis ver el vídeo, tan repugnante como el mahometano que lo protagoniza. Para variar. Siempre que pasan estas cosas, los progres se hacen los ciegos y los sordos o, como mucho, lo ponen en cuarentena. Cuarentena con las típicas frases de persona con carencias como «es un caso aislado», «no sabemos nada de su situación personal», «el policía le habrá hecho algo» y cosas así. Auténticas genialidades que parecen salidas de un círculo de Podemos el día que el camello ha hecho caja. Porque es por todos sabido que los policías van provocando a los pasajeros de autobús de forma sistemática. Y la reacción normal a la «provocación» de hacerte cumplir la ley es, lógicamente, grabar al policía como si tu llevases razón, desafiarle, ofenderle y, finalmente, agredirle. Es la típica cosa que en una mente perturbada puede tener sentido. Pero nosotros no estamos para el arrastre y sabemos qué ha pasado aquí.

Y lo que ha pasado es que el morenito se sabe impune y se envalentona contra la autoridad por tener la «osadía» de hacerle respetar la ley. Todos los que hemos tratado con esa escoria sabemos que se creen impunes y que tienen amplias redes de amparo para todas sus imbecilidades.

Llevamos años con miles de «casos aislados». «Casos aislados» siempre protagonizados por perfiles muy concretos que no diré porque todos entendemos a qué me refiero. Y también porque los moros son muy tímidos y no les gusta hacerse notar… esperad que coja aire, que de poco me ahogo por intentar escribirlo sin reírme.

Pero este vídeo es realmente ilustrativo porque se puede ver la totalidad del problema. A saber:

  • Tenemos a un agente de la autoridad haciendo cumplir la ley. No hay problema con ningún pasajero.
  • Un «pasajero» con patentes rasgos moriscos se niega sistemáticamente a cumplir la ley.
  • Ante tal negación, el agente se sabe sin herramientas para hacer cumplir la ley sin enfrentarse a algún gilipollas que aproveche la situación para tratarle de racista, colgar un vídeo, poner alguna denuncia falsa, que alguna asquerosa organización apoye al criminal por su color y que, en definitiva, por hacer su trabajo, le busquen la ruina.
  • El morisco, ante la parálisis del agente, se envalentona y comienza a grabarle en vídeo y a provocarle y a ofenderle.
  • El agente se ve atrapado en una parálisis lógica por toda la presión. Por la imposibilidad de hacer uso de la fuerza contra unas de esas «minorías» sin arruinar su vida, la impunidad patente de esas mismas minorías pero la absurda demanda de que se les haga cumplir la ley.
  • Creciéndose y viendo la inacción del policía, el morisco, como buen animal sin autocontrol ni decencia, entra en la típica espiral de hacerla cada vez más gorda. Porque cuando ya has podido negarte a cumplir la ley en un transporte público, a negarte ante un policía, lo cual es desobediencia a la autoridad además de violación de una ley, pero es que le comienzas a grabar y a insultarle, lo siguiente ya es pasar al tortazo. Es lo que tienen éstos subseres, que hacen mal a drede y esperan a que muestres debilidad para atacar como las alimañas sarnosas que son.

Esta es la dinámica que se repite siempre de una forma u otra. Tenemos a una población autóctona pasiva y acobardada(y una parte de esos autóctonos disfrutando de ello), unos agentes de la ley sin medios pero constantemente señalados y humillados y, por último pero con carácter protagonista, a unas alimañas transmediterráneas completamente inadaptadas a vivir entre personas. Y toda alimaña ataca a traición y cobardemente. Y cuando la sociedad se muestra débil, sus defensores desarmados y, aún encima, hay gente que defiende y mima a la escoria, las alimañas se lanzan contra nosotros a la mínima ocasión.

Da igual que sea éste sarraceno desdentado contra un policía, los menas robando y acosando, las violaciones perpetradas por piaras de halales, los que se pelean con machetes por el control del narcotráfico en Barcelona o el morenito que te intenta apuñalar si te resistes a un robo. Da igual si son una pandilla de gilipollas en un furgoneta creyéndose muyhadinnes en las Ramblas, una encapuchada morenita denunciando a un profesor por enseñar unas caricatura, un engendro somalí que apuñala a un político británico o los graciosillos morenitos que sistemáticamente acosan a chavales. Son siempre las mismas ratas rabiosas crecidas y aprovechándose de una sociedad debilitada desde dentro. Y para ellos eso señal de que pueden imponerse a nosotros. Y eso debe terminar. Eso va a terminar.

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