Las siguientes líneas se las quiero dedicar al zampabollos del Congreso, un hombrecillo con menos oratoria que el dependiente de un bazar chino pero al que su hambre por trepar y convertirse en el primer Charnego en la Corte, además de su gusto por el cocido madrileño, le ha hecho el paradigma de la mediocridad en el Congreso de los Diputados. Me refiero, obviamente, a Gabriel Rufián, Charnego y amante de las impresoras.
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¿Es Gabriel Rufián botifler?
Según gran parte de la piara separatista, si, Gabriel Rufián es un botifler, ellos no tienen ninguna duda. Les prometió la independencia junto a muchos otros y vivir en una arcadia feliz con helado de postre todos los días y que en 18 meses abandonaría el Congreso de los Diputados y… bueno, ahí está aún, en el bar del Congreso todo el día y los separatistas con documentación española y pagando religiosamente a Hacienda. Intolerable.
¿Pero qué es un botifler? Y aquí se encuentra lo interesante de la cuestión. Aunque Gabriel Rufián sea un botifler según su parroquia, esta palabra no significa zampabollos. Botifler podría derivar de botijo y, ciertamente, Rufián exponerse como un lote de botijos y ánforas, pero no, su recién adquirida afición por el cocido madrileño y los callos no tiene que ver con el apelativo botifler. O quizás si.
Botifler era el partidario de Felipe de Anjou, de la Casa de Borbón, durante la Guerra de Sucesión Española. Su contraparte austracista era conocido como “maulet”. Esos apelativos han sido tomados por el separatismo catalán e hicieron que maulet adquiriese automáticamente connotaciones nacionalistas y positivas, mientras que botifler significase poco menos que traidor.
Así que cuando la parroquia separatista llama a Gabriel Rufián botifler, le están llamando traidor. De un modo absurdo y con muy poca sonoridad, pero traidor al fin y al cabo.
Aclarado esto, debo añadir que entre los nacionalistas catalanes, siempre tan simpáticos ellos, hasta hace nada el apelativo botifler se restringía cuidadosamente a aquel catalán que no tuviese ni un solo apellido que no aparentase ser catalán pero que no apoyase la causa separatista. Daban por supuesto que si te apellidabas López, no eras botifler ni traidor, eras un simple charnego sin arraigo que solo servía para trabajar y servir a los hereus. Pero si lucías como un catalán de pura cepa y no rechazabas tu hispanidad, el nombre botifler te caía más rápido que Puigdemont metiéndose en un maletero.
Por eso me extraña que traten a Gabriel Rufián de botifler, porque él representa al típico charnego del área metropolitana, pero abrazando el separatismo. Y de eso quiero tratar en el siguiente punto.
Gabriel Rufián. ¿Charnego o botifler?
Charnego, sin duda. Gabriel Rufián es charnego. De hecho todo su personaje es una operación de marketing de ERC para hacer de Gabriel Rufián el representante separatista de los charnegos. El problema es que como todo personaje, es una caricatura diseñada por los jefes. Y los jefes son separatistas catalanes. Así que el personaje de Gabriel Rufián, que es charnego de verdad, representa todo lo que los separatistas creen que es un charnego. Así les ha salido. Un mediocre, barriobajero, con serias carencias y que basa toda su presencia en el Congreso en la chulería de niñato de instituto. Eso es lo que entienden los separatistas como charnego. Un arrabalero de maneras toscas y chulescas que no habla catalán.
Y es curioso, porque la mayoría de charnegos saben hablar en catalán, únicamente Rufián no habla catalán. Con el agravante de ser nacionalista y de haber tenido que aprenderlo a marchas forzadas para satisfacer a sus señores. Rufián habla catalán ahora, pero únicamente para hablar la lengua de su señor, como buen mayordomo. Porque por mucho que los separatistas catalanes intenten hacer operaciones de marketing para abducir a incautos del área metropolitana, siguen siendo el herederos de Heribert Barrera y sus “bonitas palabras “ hacia los negros, Jordi Pujol y sus escritos sobre los andaluces como hombres incompletos o la “simpática” Muriel Casals, que dijo abiertamente que una madre que quisiera que sus hijos estudiasen en castellano “les está maltratando”.
Gabriel Rufián no se da cuenta, pero él es una burda marioneta para sus señores, él no es nada más que un charnego, un hijo de andaluces, que para los separatistas no significa más que vivir condenado a ser un siervo. Quizás le llamen botifler, pero eso es meramente porque los propios separatistas son incapaces de preservar un significado más de cinco minutos.
Gabriel Rufián, estudios y jeta.
La verdad, yo no ponía en duda que Gabriel Rufián tuviese estudios. Esa poca vergüenza cargando una impresora hasta el Congreso de los Diputados para exhibirla como el adolescente ochentero que enseñaba a sus amigos el Interviu que robó de la barbería, demuestra que Gabriel tiene mucha voluntad. Si puede hacer tales ridículos en el Congreso y recibir tortazos por Twitter sin pestañear, puede abrir un libro sin comérselo rebozado.
Lo cierto es que yo pensaba que los estudios de Gabriel Rufián versarían sobre temas candentes, como un potaje en el fuego o unos chorizos a la sidra, pero no, me equivocaba. Seguramente Rufián ha estudiado cómo meterse tres panecillos más en la boca y ha examinado minuciosamente Google Maps para conocer todos los buffets libres cerca del Congreso, pero eso lo hace por mera afición.
Nuestro charnego de grasientas mejillas llegó a estudiar en la Universidad Pompeu Fabra. Universidad dedicada a un ingeniero de caminos que se puso a diseñar la gramática de la lengua catalana. Y además, referente nacionalista. Llegó a firmar un manifiesto eugenésico a favor de la “raza catalana”. Ningún nombre puede irle mejor a una universidad pública pagada por todos los catalanes que el de un ingeniero de caminos puesto a filólogo amateur que firmaba manifiestos cercanos a plantear una limpieza étnica. Muy tolerante y abierto. Pero teniendo en cuenta que esa universidad es sencillamente una universidad pagada por todos los catalanes para colocar a amigos y alimentar el ego de los hereus y las pubillas de los clanes nacionalistas pero pagando menos que en una universidad privada, tampoco es raro. Luego se molestan los separatistas con lo de que los catalanes son tacaños. Pero entre su monotema con el dinero y eso de montar universidades públicas para que sus amiguitos paguen menos a costa del contribuyente, no ayuda.
¿Pero qué estudió Gabriel Rufián? Gabriel Rufián estudió una Diplomatura en Relaciones Laborales en la UPF. Hay que decir que una diplomatura eran tres años, lo más corto posible. Imagino que no quiso estar cuatro años estudiando una licenciatura y perder tiempo de merienda por sus estudios. Gabriel Rufián sabe lo que hace.
Elegir la UPF no fue casualidad. Si algo ha demostrado Rufián, es que de comer y medrar, todo es rascar. Y vamos si rascó. Quizás sufrió por ser el charnego de la uni y se vio en situaciones absurdas como que sus compañeros se pensasen que era el bedel o el chófer, porque hablando español en la UPF es lo único que puede ocurrir. Pero Rufián sobrevivió y seguramente hizo muchos contactos con clanes nacionalistas. Era el primer paso en una imparable carrera para conseguir ser ciudadano de segunda en una Cataluña que trata a los no-nacionalistas como catalanes de tercera.
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